El ser humano se ha planteado desde siempre si tiene la posibilidad de poder mejorar su inteligencia y la de su descendencia. Por todos es conocido que a pesar de que nacemos con una carga genética que condiciona nuestra capacidad intelectual, podemos mejorar dicha capacidad si la entrenamos de manera regular con actividades de concentración, memoria, control de impulsos, organización y autorregulación emocional. Se ha demostrado que estas actividades aumentan la función ejecutiva y la adaptación al medio en los diferentes contextos donde se desarrollan nuestros pequeños.
Podemos decir que las Funciones Ejecutivas son los procesos cognitivos que se ponen en marcha cuando tenemos que resolver una tarea, sobre todo, si dicha actividad es novedosa o compleja para nosotros. El lugar del cerebro donde se ubican las funciones ejecutivas es la corteza prefrontal, que se encuentra justo detrás de la frente. No podemos concluir que el ser humano es la única especie animal que tiene corteza prefrontal, pues otros mamíferos también disponen de ella, pero sí somos los únicos que disponemos de funciones ejecutivas. Generalmente se utiliza la metáfora de Goldberg, según la cual, la corteza prefrontal cumpliría las funciones que tiene el director de una orquesta. Su principal función consiste en coordinar las diferentes partes de la orquesta, es decir, poner en armonía las diferentes secciones de la misma. Quizás las funciones ejecutivas que más se han estudiado sean las siguientes: atención, memoria operativa, control o inhibición de impulsos, planificación, flexibilidad cognitiva, resolución de problemas y autorregulación emocional.
La gran mayoría de estudios científicos concluyen que las funciones ejecutivas debutan en el niño sobre los 2 años y tienen un mayor desarrollo entre los 4 y los 7 años.
Una de las funciones ejecutivas que más se tarda en adquirir es la inhibición, es decir, aquella habilidad que nos permite controlar nuestras emociones e impulsos. Muchas de las dificultades que tienen nuestros alumnos e hijos implican un mal funcionamiento ejecutivo. Además, en algunos trastornos, como por ejemplo el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), la dislexia y los trastornos de conducta, el funcionamiento ejecutivo suele ser necesario reforzarlo de manera significativa.
Son muchas las variantes y los tipos de actividades que podemos proponer para mejorar el funcionamiento ejecutivo. En la práctica, no existen ejercicios puros para trabajar una única función ejecutiva, sino que todas las actividades potencian varias a la vez.
Obtenido el 06 de Marzo de 2018 en https://goo.gl/giwydC
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