Hace más de dos mil años, el filósofo griego Aristóteles ya puso de manifiesto la necesidad de tener en cuenta las emociones a la hora de enfrentarnos a la labor educativa. Razón y emoción están unidas y no se pueden separar.
Podemos afirmar que el siglo XXI es el siglo de las emociones. La inteligencia emocional ha despertado un gran interés tanto en España como en otros países, y ya se están realizando programas de intervención dirigidos a niños, adolescentes, padres y profesores.
El objetivo de trabajar la inteligencia emocional con los chavales es facilitar un mejor desarrollo psicosocial, un mayor aprovechamiento de sus capacidades y la prevención de una serie de problemas relacionados con la gestión emocional que actualmente traen de cabeza a padres y educadores, como pueden ser los problemas de conducta o el acoso escolar (bullying).
Aunque todavía queda mucho camino por recorrer, a día de hoy las investigaciones sobre niños y adolescentes indican que:
Estos resultados corroboran la importancia del desarrollo de la Inteligencia Emocional en el niño.
El genial Aristóteles en su “Ética a Nicómaco” dice: “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.”
Esta frase de Aristóteles nos da una idea de lo que es la inteligencia emocional. Todos sentimos emociones, todos sabemos lo que son, pero saber manejarlas de una forma adecuada no es tan fácil.
Mayer y Salovey definieron la inteligencia emocional como la capacidad que tenemos las personas para percibir, usar, comprender y manejar nuestras emociones y las de los demás.
Estos autores desarrollaron un modelo que descompone la inteligencia emocional en cuatro habilidades de procesamiento emocional que se pueden medir y que son independientes del CI y de la personalidad.
1. La percepción es la capacidad de percibir, reconocer y expresar las emociones. Es la habilidad más básica de inteligencia emocional, ya que si no hay una percepción de la emoción, difícilmente vamos a comprenderla o manejarla.
Las emociones contienen información sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre el mundo que nos rodea. Percibir de forma adecuada las emociones de los demás es la base de la empatía.
2. La facilitación es la capacidad para encauzar las emociones de forma que faciliten el pensamiento y el razonamiento.
Las emociones influyen en cómo interpretamos la realidad y en nuestro pensamiento. Cuando estamos alegres nos es más fácil acercarnos a los demás, tenemos más ganas de crear y de crecer, y estamos más predispuestos a aprender.
Sin embargo, cuando estamos enfadados o demasiado nerviosos, tenemos dificultades para pensar y tomar decisiones.
3. La comprensión es la capacidad para comprender las emociones, integrarlas dentro de nuestro pensamiento, vincularlas a situaciones concretas, y entender la evolución de nuestros estados de ánimo. Comprendiendo nuestras emociones nos conocemos mejor a nosotros mismos.
Si la percepción es el primer requisito para la empatía, la comprensión de las emociones de los demás es fundamental para el desarrollo de la misma.
4. La regulación es la capacidad para controlar y manejar las emociones a través de diferentes estrategias de afrontamiento y gestión de las mismas.
El afrontamiento de las emociones negativas de una forma adecuada es beneficioso para la salud mental y física.
Actualmente, en el campo de la psicología científica contamos con numerosas técnicas avaladas por la investigación que pueden ser de gran utilidad.
Estas cuatro habilidades las podemos desarrollar respecto a nuestras propias emociones y respecto a las emociones de los demás.
Obtenido el 09 de Marzo de 2018 en https://goo.gl/yXXYKr
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