Reflexiones en voz alta para “que los niños tengan algo que contar cada día”, como hace hincapié Francesco Tonucci, por medio del juego. Un deber que todo adulto que acompaña en la infancia debería facilitar.
Podríamos hablar muy profundamente sobre el tema pero en esta ocasión me quiero centrar en la reflexión que Tonucci hace al respecto enmarcándolo en dos factores importantes para el niño: la familia y la escuela. Es que me impresionó Tonucci cuando comentó como algo generalizado esto: “Si a un niño que ha ido al colegio, luego a las extraescolares, hace los deberes al llegar a casa y luego ve un rato de tele u ordenador antes de cenar; le preguntas: ¿Qué has hecho hoy?, la respuesta suele ser: NADA!”. Puede sonar increíble, ¿verdad?
Pero estoy segura de que si te preguntara si te has encontrado alguna vez en esta situación, me dirías que sí. En mi caso, muchas veces me había preguntado cómo podía ser que con la cantidad de cosas que había hecho contestara que: NADA! No lo entendía.
Lógicamente pueden existir más factores a esta respuesta, pero al escuchar la explicación de Tonucci y repasar los cambios que habíamos creado en casa para procurar cambiar esta actitud, he entendido y corroborado, entre otras cosas, que los niños necesitan jugar libremente, tener tiempo REAL de juego en gran parte de sus horas del día. Porque los niños, solos o en compañía, necesitan crear sus historias, sus juegos, sus reglas, sus roles,… para tener algo que contar. Porque el juego es su mundo, en el que tocan y entienden, en el que sienten y valoran más que cualquier cosa. Porque del juego extraen sus aprendizajes, sus conocimientos del entorno y de sí mismos, sus historias, sus materiales, sus tesoros que contar y enseñar…
Pero si en los entornos donde mayor tiempo pasa el niño: la escuela y la familia, no lo encuentra ¿Qué nos puede responder? NADA! Si la escuela no le atrae porque en ella no se genera la suficiente adrenalina para engancharse debido, quizás, a que su maestro no favorece un entorno enriquecedor en este sentido, contestará que no se acuerda. Y si en el entorno familiar no tiene tiempo para jugar libremente ya sea en el exterior con amigos o en casa… ¿qué nos va a contestar?.
En las Jornadas de la Associació de Mestres Rosa Sensat que mencioné en el post “Francesco Tonucci: 20 frases sobre el juego infantil para reflexionar“, eran la mayoría de los asistentes maestras y comentaban que se veían limitadas por la escuela y/o el currículum para poder hacer lo que ellas/ellos sentían que querían hacer con los niños en sintonía con lo que Tonucci proponía. Al oírlo, se me escapaban de la boca un montón de contestaciones en voz baja sobre lo que pienso al respecto: Podemos elegir una buena escuela pero la magia y la grandeza radica en el maestro. Por eso también creo que la revolución se hace primero en el aula. Cada maestro es dueño de su propio mundo y comparte con los alumnos ese entorno y esa energía. Y estoy más que segura que si los padres nos topamos con maestros con rebeliones particulares en clase, no tendremos más que respaldarlos y apoyarlos porque sus mayores aliados serán nuestros hijos y ese maestro en particular será el que pasará a formar parte de sus recuerdo durante toda la vida.
Desde mi visión de madre creo que los maestros son los que tienen la llave del cambio que muchos esperamos en la educación pero que a veces hay que luchar a contracorriente para conseguirlo, como comenta Salvador Rodríguez en este post que me encanta: “La pedagogía del salmón”. ¡Señores y señoras necesitamos salmones! Por suerte, puede ver que en esa sala había muchas mentes maquinando cambios para sus aulas, por suerte me encuentro y leo a maestros que buscan el cambio. No es fácil, lo sabemos, pero si no empezamos nunca llegaremos y en ese cambio tenemos que estar escuela y familia!
Y así también lo afirmaba Tonucci: la escuela debería ser el lugar donde el niño desea ir cada mañana, esperando que llegue el lunes con ilusión, y feliz de poder llevar todos sus tesoros encontrados y experiencias del día anterior para trabajar con ellos, como si fuera el mejor material didáctico que un maestro podría tener.
La escuela debería ser el lugar donde experimentar, crear, motivar, estimular multitud de cosas internas como externas donde el niño vuelva a casa teniendo cosas fantásticas que contar! Y la familia debería ser el contenedor de tantas emociones, la escucha activa que ve más allá de lo que le están contando y la que le facilite continuar explorando el mundo mediante el juego libre para que al despertar vuelva a tener cosas que contar!
Obtenido el 10 de Enero de 2017 en https://goo.gl/e88zck
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